Los árboles encantados de Extremadura
No hace falta que esperemos a la mágica noche de San Juan para encontrar árboles encantados en nuestros campos. Donde menos lo esperamos, salta la rama, y las hojas sagradas ondulean con el viento susurrándonos leyendas.
Cuenta José Antonio Redondo que en el palaciego Trujillo existía un espino florecido cerca del zahurdón de las ánimas, un espino que tenía la virtud de facilitar la preñez a toda mujer que lo tocara, por lo que las mozas evitaban rozarlo “porque no quedara en evidencia su virtud”.
El espino de las Ánimas cobro tanta fama que aquel paraje, antes perdido y abandonado, se convirtió en uno de los más visitados de la época.
Historias parecidas existen en la misma comarca, como la del Almendro Florido del castro de la Coraja , un poblado celta cercano a Aldeacentenera.
El almendro, quizás por sus flores blancas y tempranas, es considerado un símbolo tanto del renacimiento de la naturaleza como de la fragilidad y de la dulzura.
En la mitología griega, el almendro se encuentra ligado a la fecundidad, pues de los órganos sexuales del andrógino Agdistis, que fue castrado por los otros dioses del Olimpo, brotó un almendro y de éste nació Attis, del que ya hemos hablado en otras ocasiones y cuya efigie aún se pasea cada primavera por nuestros campos.
Otro de estos almendros encantados se encuentra, según nos cuenta José Juan Martínez Bueso, pasando un trecho la ermita de Belén de Zafra camino al Castellar. Sus flores están siempre mustias, sus almendras son las más amargas de lugar, y su acre sabor perdura en el paladar durante días.
La historia cuenta que había una pareja de enamorados que solían encontrarse junto al almendro. Prometidos al fin, el joven es llamado a servir al reino y la niña queda sola, esperando noticias que por fin llegan. Su amado ha muerto.
Cuentan que la niña no dejó de llorar durante días frente al almendro, derramando las más desoladas lágrimas al saber que su enamorado jamás volvería junto a ella, y esas mismas lágrimas regaron el almendro, tornando sus flores cenicientas y acre su fruto.
Otro almendro encantado con triste leyenda es el que existía hasta hace bien poco en la legendaria fuente de María Miguel, junto al puente de Jerez, en la salida norte del templario pueblo de Fregenal de la Sierra.
La leyenda cuenta cómo dos jóvenes enamorados, María y Miguel, se reunían en esta fuente para verse, aunque los padres de la joven se oponían a este amor. Al más puro estilo legendario, los padres mandan asesinar a Miguel mientras esperaba a su amada, y al llegar María y encontrar a su novio muerto no soporta tanto dolor y fallece al poco tiempo.
Los padres, arrepentidos, acuerdan enterrarlos juntos en las cercanías de la fuente, y cuentan que de sus tumbas nació un almendro, testigo mudo de su amor eterno que durante años dio sombra a los frexnenses.
El almendro, por desgracia, lo cortaron recientemente. Es el fin que tienen algunos árboles mágicos y algunas leyendas, pero con la diferencia de que éstas, aunque intenten talarlas, tienen hondas raíces clavadas en la memoria y ramas jóvenes que siguen alzándose hacia las estrellas.
Y de vez en cuando, cuando nadie lo espera, vuelven a florecer.
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